Recomendaciones | Cine y series El boom de los live action: ¿Explotar la simple nostalgia o una idea maravillosa?
Por Cultura Fnacel 09/07/2025
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Todo el mundo conoce a alguna de esas personas súper veraniegas (puede que seas tú) que se pasan los otros nueve meses del año esperando que llegue el momento de sacar las sandalias y ya no vuelven a ponerse unas zapatillas hasta octubre, aunque llueva. Sin embargo, hay otras muchas a las que el solsticio de verano las convierte en haters estivales: odian la arena, el olor a protector solar, el calor, los mosquitos… y esas fotos: “Aquí, sufriendo”.
Independientemente de en qué categoría caigas, seguramente estás deseando escapar de la oficina, de tu ciudad o de la rutina para pegarte unas buenas vacaciones. Pero sabemos que no todo el mundo puede irse de vacas, o al menos no donde le gustaría —qué bonita palabra es inflación, ¿verdad?—. Por suerte, nadie dijo que fuera necesario moverse para viajar: la literatura y el cine llevan años y años recordándonos que no es así, y tenemos cinco pruebas con nombre y apellido que lo demuestran.
Parténope era una joven muy hermosa. Tanto que la diosa Afrodita sentía celos de ella y, para castigarla, la convirtió en un ser mitad humano, mitad pez. La vida de esta bella sirena y su trágica historia de amor con el héroe Ulises darían lugar, según la mitología griega, a la formación de la ciudad de Nápoles.
La protagonista de lo último de Paolo Sorrentino (La gran belleza) es la encantadora Celeste Dalla Porta, cuyo personaje, Parthenope, tiene el mundo a sus pies cual sirena moderna, pero supone también una metáfora de todo lo que encarna Nápoles, lugar natal del director, con sus luces y sombras. El filme entero es una oda muy evidente a la belleza y a la ciudad pero, además, es un interminable verano en Capri. La fotografía de Daria D’Antonio tiene la capacidad de transportarnos, parece que si hacemos un pequeño esfuerzo podremos sentir el sol en las mejillas y percibir el olor a sal del mar Tirreno. Pieles bronceadas, tardes sobre la toalla y noches de verano explorando la juventud son el eje central de un filme cargado de simbolismo, con un John Cheever (interpretado por Gary Oldman) que viene y va, como una especie de apuntador espiritual.
Bajo un velo de superficialidad donde la belleza estética es el gancho que hipnotiza al espectador —como si de un anuncio de perfume se tratase—, al rascar un poco comprobamos que Sorrentino nos está planteando temas realmente trascendentes, incómodos y muy tabú. A veces frívola, a veces intensa y en algún momento surrealista, pero no hay un instante en que no estemos deseando zambullirnos en ese verano eterno de aguas turquesa.
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Cogemos carretera —la manta sobra— y viajamos desde el sur de Italia de Parthenope hasta un pequeño pueblo del norte del país, donde discurre la novela de André Aciman, Llámame por tu nombre, adaptada en 2017 por Luca Guadagnino (Suspiria).
La película que convertiría a Timothée Chalamet (A complete unknown) en el chico de moda, es como una tarde calurosa que invita a dejarte llevar por la magia del momento. La relación entre Elio (Chalamet) y Oliver (Armie Hammer) se construye con una calma que atrapa, una mezcla de curiosidad y deseo que no necesita ser explicada, solo experimentada. Es un retrato de juventud, uno de esos veranos que se vuelven recuerdos y te acompañan durante muchos años después. Perfecta para el verano, sí, pero también para esos momentos de introspección donde puede apetecer un poco de nostalgia.
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Seguimos en la Riviera italiana, pero en versión vacaciones para toda la familia y sin movernos del sofá, gracias a esta vibrante animación de Disney y Pixar, dirigida por Enrico Casarosa. Ambientada en un pueblecito costero lleno de color, de esos de calles empedradas, ropa tendida en los balcones y barcas de pescadores, nos cuenta la historia de dos jóvenes monstruos marinos que, al lanzarse a explorar el mundo humano, viven un verano inolvidable de aventuras y descubrimientos. Es el tipo de película conmovedora, de mensaje inspirador, que te deja con una sonrisa y ganas de disfrutar cada instante.
Además de una tierna fábula sobre la migración y la aceptación de lo diferente, Luca es una explosión de sol, mar y paseos en vespa, todo envuelto en un estilo de animación que se sale un poco de la corriente habitual de Pixar, siempre yendo a tocar la fibra sensible del espectador. En este sentido es un soplo de aire fresco, una peli súper bonita y ligera que hará felices a los peques y a los no tan peques.
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¿Qué puede haber más refrescante que Paul Dano con cara de acelga durante hora y media haciendo voto de silencio en honor a Nietzsche? Bromas aparte, Little Miss Sunshine tiene todo lo que se espera de la road movie ideal, y no solo eso: nos recuerda que la verdadera victoria está en el camino, no en el destino.
Una comedia entrañable sobre una familia un tanto disfuncional que, a pesar de sus diferencias, decide unirse para apoyar a la pequeña Olive en su sueño de ganar un certamen de belleza infantil. Con personajes pintorescos cuando menos, y una trama llena de giros inesperados, el filme destila una energía positiva que celebra la importancia de la familia, la perseverancia y el amor incondicional.
Paul Dano (Pozos de ambición) lo hace genial como hermano adolescente de Olive, pero el resto del elenco no tiene desperdicio: Toni Collette (Hereditary) es la madre agobiada que trata de mantener a la familia unida; Alan Arkin el abuelo, adicto a la heroína y entrenador de la niña; y Steve Carell (The Office) un escritor gay con tendencias suicidas, tío de Olive. A pesar de partir de esta premisa bastante oscura, Little Miss Sunshine se las apaña para ser divertida, extremadamente luminosa y dejar una sensación en el cuerpo que, si tuviese un color, sería el de su propio cartel. Te aseguramos que si tienes un día triste, esta peli es el antídoto.
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Visualiza esto: Girls, pero en versión adolescente y skater. ¿Suena bien? Pues, efectivamente, confirmamos que Betty es la serie que no sabías que necesitabas este verano.
Su creadora, Crystal Moselle, vio un día a un grupo de chicas en el metro de Nueva York, con sus tablas bajo el brazo, su rollo despreocupado y sus outfits estilosos, y supo que tenía que grabarlas. De ahí nació Skate Kitchen, un largometraje en donde las protagonistas prácticamente se interpretan a sí mismas de forma ficcionada, y que gracias a su éxito terminó dando lugar a este spin off más completo, con mayor presupuesto y que cuenta con Lesley Arfin (guionista de Girls) como cotitular, aportando un mayor interés narrativo.
En caso de que te despierte curiosidad el título, te adelantamos que no es el nombre de ninguna de las protas: El término Betty se usaba en los años 80 para referirse —de forma despectiva— a las chicas que frecuentaban los lugares donde se reunían skaters o surferos. Vamos, que las surf Bettie y las skate Bettie eran consideradas una especie de groupies, y esto terminó derivando en (oh, sorpresa) una forma de menospreciar a chicas que también patinaban y surfeaban. Esta serie coge todos los prejuicios masculinos sobre las mujeres en los deportes urbanos, se sube encima y te hace un ollie con ellos.
Betty es amistad y complicidad, el sonido de las ruedas sobre el asfalto neoyorkino, la brisa en la cara y las tardes que se sabe cómo empiezan pero nunca cómo ni dónde acaban. Tiene un aire muy veraniego de despreocupación adolescente y grandes dosis de humor que te sacan unas cuantas carcajadas, aunque también están presentes los dramas que acompañan esta etapa de la vida. La guinda es que, como ya hemos dicho, las actrices son skaters en la vida real, algunas tan pro como Rachelle Vinberg, en el papel de Camille.
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Ya casi no existen cines de verano, un concepto que hoy suena muy vintage y que solía unir a personas de absolutamente todas las edades alrededor del maravilloso mundo del cine. Pero al final, el medio y el lugar son lo de menos; mientras sigamos pudiendo disfrutar de películas que nos hacen sentir, pensar o viajar a través de ellas, está todo bien.
Gaila Louro (Cultura Fnac)
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